Las obras de asunto religioso, era una temática casi obligada para cualquier escultor de finales del XIX, ya que la religión estaba muy arraigada en la sociedad del momento. Para Isidoro Brocos estos encargos, eran una forma importante de ganarse la vida.
El artista sigue una línea general para casi todo su repertorio religioso, debido en gran parte, a las exigencias académicas del momento que limitaban su creatividad. De todos modos, Isidoro Brocos siempre le confiere a la obra una marca propia, como apreciamos en este boceto de San José y el niño, en el que el artista dota a las figuras de un sentimentalismo terrenal impropio de seres divinos. San José sostiene en brazos al niño y lo mira entablando un diálogo paternal. Brocos intenta dar realismo a su obra buscando el motivo tierno en esa mirada.
Realiza un juego de ritmos y de proporciones. El santo en posición relajada y distendida dibuja una "s" con su cuerpo dando sensación de estabilidad y volumen, la cual se ve potenciada por el tratamiento plástico del manto. Éste se coloca volteado sobre el hombro izquierdo y rodeando al niño. La caída de la tela dibuja unos pliegues redondos muy naturales que le confieren dinamismo y crean efectos de luces y sombras.