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En esta pieza Colmeiro trata de recuperar un espacio que en el trabajo de torno quedaba relegado a una función utilitaria, no expresiva. Las formas se impregnan de una idea que es fundamental para la autora: la libertad.

  • Elena Colmeiro
  • 1984
  • Escultura
  • Barro refractario y óxidos
  • 170
  • 56 x 56 x 41 cm
  • Colección de Arte ABANCA

Esta obra de los años 80 se basa en la yuxtaposición de placas que crecen en altura y que se coronan con un cuenco. En esta época la ceramista se centra en la valoración del interior y en no delimitar claramente las diferencias entre dentro / fuera. Comenta al respecto: "Cada vez me preocupa más la no limitación del interior y exterior de la forma y el color para conseguir una mayor sugerencia de movimiento, en donde el interior y el exterior sean equivalentes en un todo". Lleva a cabo una investigación basada en la fragmentación, superposición y yuxtaposición para crear ritmos que aportan movimiento y verticalidad a sus trabajos. Hace cortes en la materia creando secciones. En la memoria aparecen alusiones a primitivos platos o cuencos que se deshacen a causa de un movimiento centrífugo veloz, que remite al proceso de elaboración de piezas en el torno.

En esta pieza Colmeiro trata de recuperar un espacio que en el trabajo de torno quedaba relegado a una función utilitaria, no expresiva. Las formas se impregnan de una idea que es fundamental para la autora: la libertad. Ya en la Escuela se sentía incómoda porque la metodología docente tendía a dirigir estrictamente su desarrollo y, como decía ella, no la dejaban equivocarse. Lee, por aquella época, un libro inglés (Los defectos como efectos) que la reafirma en otro de sus conceptos fundamentales, la imperfección. "Sin ponerme ningún límite que me pueda acondicionar conceptos definidos. El proceso de creación va evolucionando conforme ella se siente cada vez menos vasalla de la técnica. El azar es reconocido como modus operandi. Comenta: "A mi me gustaba la irregularidad de la imperfección (...). Con el tiempo me dí cuenta que la perfección a lo que llevaba era la frialdad (...). Qué importa la perfección, el sentir el valor de una forma es otra cosa".

El proceso creativo compagina lo que surge de manera espontánea durante su ejecución con una estructuración mental previa. Lo justifica diciendo que las ideas acuden con mayor rapidez que el proceso manual, por esto procura dejar todas las sugerencias posibles para que el observador pueda, según la artista, "con su sentir hacer válido lo que perciba". Aprovecha la potencialidad de lo casual. Es frecuente percibir la huella de los dedos de la escultura donde el hueco se elimina para potenciar la masa que recibe cortes en la materia para crear secciones.

Los materiales utilizados, en esta obra, son el barro refractario y óxidos para crear el color. La superficie adquiere un aspecto áspero donde la matérico adquiere un protagonismo fundamental. El color, aplicado en diferentes capas se adapta a la superficie.