Esta obra pertenece a la producción de mediados de los años 90 y coincide con su vuelta de Nueva York y la confirmación de una manera expresiva, gestada en la serie Art Explorer, que a partir de este momento adquiere una estructuración más compleja. Se trata de un cuadro de grandes dimensiones que combina diferentes paneles irregulares. En la parte lateral izquierda conviven un par de ídolos africanos con trozos de planchas de colores. En el panel central el protagonismo lo comparten el fondo natural del lienzo, una mancha aguada de pintura amarilla tocada con un penacho de alambre y un nuevo trozo de esa lámina colorista, mientras en el extremo derecho una plancha recubierta de pintura negra adquiere una textura similar a la de la tierra, como propiedad de una casa, modelada también con alambre.
Carbajo utiliza elementos iconográficos antagónicos: entre lo primitivo y lo que entendemos como fragmentos simbólicos de la modernidad occidental (restos de carteles publicitarios), creando sus obras mediante la técnica del collage. Los diferentes elementos se asocian entre sí de acuerdo a una serie de reglas pictóricas y cromáticas estrictas. El artista trabaja sobre la fuerza polisémica que surge de la combinación del objet trouvé con los grafismos espontáneos. Transgrede la estructura espacial codificada, rompiendo la delimitación del marco y dando cancha a un espacio plástico más abierto. Aplica el concepto de instalación al cuadro, en respuesta a una ambición arquitectónica que tiene una relación directa con el trabajo realizado como escenógrafo para varias piezas de danza-teatro.
En este proceso creativo el gesto pasa a ser uno de los principales protagonistas. Tono Carbajo afirma: "es un proceso de gozo puro, sin pensar. Cuando estás con las manos en la masa es totalmente irreflexivo y salvaje. Salvaje en el sentido de libre, claro. (...). La inmediatez, espontaneidad y el accidente (azar) del acto pictórico conviven con una reflexión previa de lo que se va a pintar".
El cuadro se genera con la sabiduría que el artista, como medium, procesa a partir de las energías vitales y cosmologías de otras civilizaciones (africanas, cubanas, aztecas). Según Antón Castro, su apego a disciplinas como la historia, la antropología y la etnografía, unidas al conocimiento de la semiótica, le ayudan a encontrar los nexos de unión entre las diversas culturas. Parte del objeto y trasciende su valor utilitario hacia lo simbólico y representativo para “reestructurar. (...) Universo nuevo en el que todo se transforma y nada se destruye, en el que no hay ni principio ni fin sino permanencia". En sus trabajos, Tono intenta capturar el flujo de la vida y el azar cotidiano en la pluralidad de conexiones perceptivas que genera. De este modo, sus obras nos remiten a un mundo de reminiscencias de un pasado subjetivo, el del artista, como si se tratasen de cuadernos de viaje.