En los 90 se produce la aparición de un colectivo de escultores que proceden del mundo de la cerámica, y permanecen en la estrecha frontera que separa el arte de lo artesanal. Caxigueiro es uno de los más destacados. Su deseo constante es "utilizar el arte como un medio de comunicación al servicio de la defensa de las culturas minoritarias, de las agresiones que a diario se realizan contra las libertades, la protección del medio natural y la denuncia expresa de la injusticia".
La pieza nos recuerda a trabajos anteriores de Caxigueiro como sus series Guerreiros o Europa Terapia Puntual donde reflejaba su antimilitarismo, evocando la frialdad de las guerras gracias a los tonos grisáceos y oscuros aportados por el trabajo sobre la arcilla y la repetición sistemática de las figuras, componiendo un alegato a la carencia de individualidad de las víctimas, que son meras cifras en el conflicto armado. La composición consiste en seis pilotes elaborados en arcilla refractaria, de color gris azulado. La forma de las figuras y las incisiones parecidas a ventanucos, recuerda a los edificios en guerra, por cuyas ventanas se asoman los francotiradores para sembrar muerte y desolación.