Desde el comienzo de su actividad artística, el trabajo de Carlos Rial ha girado entorno a la figura humana. Sus obras, son una crítica a la sociedad de control actual, que priva al ser humano de su libertad individual, y lo aboca a perder sus particularidades en favor de su inclusión en un mundo igualitario. Esta pieza, metáfora de la opresión que sufre el individuo dentro del organigrama social, presenta cinco personajes clónicos, atrapados en discos de metal, y colocados en posiciones inestables.
Motivo, técnica, materiales y composición, remiten a la idea última del creador. La obra presenta una factura limpia, aséptica, donde la mano del artista desaparece para crear la ilusión de una reproducción artificial y mecánica. Los materiales son sintéticos y el resultado de gran frialdad. Cada pieza funciona como unidad autónoma dentro del conjunto, pero sólo puede alcanzar su sentido dentro del mismo, bien por analogía o por oposición conceptual a sus propios clones. Todo es silencio, soledad e incomunicación. A pesar de que el espectador puede penetrar el espacio de la obra, queda excluido de la misma, debido a que el efecto conseguido es de escultura no narrativa. No obstante, la ausencia de narración no implica falta de significado, haciendo de la obra una llamada al despertar de la conciencia particular de los espectadores.