Sin título (2001) rompe con las grandes pinturas abstractas de la etapa anterior, pero no supone un lienzo del todo innovador, pues en él recupera los gestos caligráficos de la serie Marañas realizada hacia 1995. Frente a estas obras el pintor se deshace plenamente del volumen que caracterizaba estas superficies, que ahora se convierten en lienzos monumentales. Frente a la idea de paisaje natural presente en sus obras anteriores, Murado tiende ahora hacia una naturaleza artificial semejante a la reproducida en los patterns modernistas e inspirada en la naturaleza simbólica presente en las representaciones geométricas orientales. El carácter botánico y biológico de la obra también se hace patente en un cierto carácter celular como si aquello que contemplamos fuese una realidad vista a través del microscopio. Se juega así con la idea de microcosmos y macrocosmos en continuo cambio y regeneración, tal y como indica el dinamismo helicoidal sugerido por las marañas que crean un entramado que combina caos y orden, pero siempre en una superficie aséptica despojada de toda subjetividad y poética.