Soir d’eté

Su trayectoria artística se define como un recorrido circular con momentos formales definidos, pero siempre recurriendo a la misma temática que enriquece con nuevos matices. Formalmente hace un compendio de los conocimientos artísticos de varias tendencias de fines del XIX y principios del siglo XX funcionando como nexo de unión del cubismo, del impresionismo, del surrealismo y de la abstracción.

  • Francisco Bores
  • 1966
  • Pintura
  • Óleo sobre lienzo
  • 56
  • 146 x 114 cm
  • Colección de Arte ABANCA

Soir d'eté fue realizada por Bores en el año 1966, cercano al final de su vida. La crítica en su momento separó su producción artística en varias épocas o tendencias, ésta obra formaría parte de la denominada "la manera blanca" y que comprende los años que van desde 1950 hasta su fallecimiento. Los rasgos definitorios de esta etapa son una mayor luminosidad en el cuadro, una ligereza en la composición y por el acercamiento a la abstracción, pero siempre desde medios figurativos. Él define la búsqueda como una afán por conseguir reflejar en el cuadro "cierta transparencia".

Su trayectoria artística se define como un recorrido circular con momentos formales definidos, pero siempre recurriendo a la misma temática que enriquece con nuevos matices. Formalmente hace un compendio de los conocimientos artísticos de varias tendencias de fines del XIX y principios del siglo XX funcionando como nexo de unión del cubismo, del impresionismo, del surrealismo y de la abstracción.

La estructura del cuadro se fundamenta en la sucesión de franjas de color, de ascendente fauvista, (amarillo, naranja, violeta, azul y verde) paralelas entre sí. En el centro coloca un punto de mira matérico (pincelada gruesa) y blancuzco que reflecta la luz que llega lateralmente de fuera del cuadro y que también ilumina el rostro de la figura. "Intento atraer al ojo por medio de ciertos elementos de mi composición más determinados, y a los que subordino  los otros". (....) "Reaccionar contra la estética cubista por medio de composiciones "centrífugas" que, partiendo de un foco central, se extiende hacia el experior"1. La figura femenina, que sostiene un abanico aparece en el ángulo inferior, en un escenario muy común en su obra, los cafés. Define las formas geométricamente, con aristas cortantes y líneas rectas. Las entremezcla, a su vez, con los elementos naturales de curvas sinuosas. Otro de los factores característicos es la importancia de la pincelada como material expresivo, que adquiere un protagonismo fundamental junto con el color.

Apoya su trabajo en la teoría del conocimiento subconsciente, pero encauzado por la visión de la realidad, así las formas nunca desaparecen del todo: "(...) me parece necesaria una parte de verdad objetiva para la identificación final de la obra y para disciplinar los impulsos subjetivos"2

Frente a lo absurdo de la época que le toca vivir, el periodo de Entreguerras y la II Guerra Mundial, Bores se extasía en su obra. Busca la verdad, que en el exterior se pulveriza, en el acto de creación: "(...) la pintura es, sobre todo, un medio de conocer el mundo (...), y de conocer (...) las relaciones del orden espacial, que no se pueden explicar más que por el lenguaje pictórico"3. Incluso afianza su carácter apolítico. Comenta al respecto: "Una pintura debe ocupar la pared, pero no gritar sobre los tejados. No se debe confundirla con el cartel; la verdad debe expresarse a media voz. (...) Ser y parecer son casi siempre antagónicos"4.

 BORES, F. : Francisco Bores.1898-1972. Exposición Antológica. Dirección General de Patrimonio Artístico y Cultural: Madrid, 1976.

Op. cit.

3 Op. cit.

4 Op. cit.