Desde 1926, Hernando Viñes se adhiere a la corriente surrealista, pero sin dejar de usar los elementos de filiación cubista propios de sus anteriores etapas. Influido por la obra de Picasso y Braque, pinta en tonalidades frías y oscuras, que ahora combinará con elementos propios de la imaginación. En este cuadro, nos encontramos ante una organización compositiva que recuerda a Cezanne, pintor al que admiraba y del que tomó numerosas influencias. En él hay una búsqueda de las formas esenciales y de la geometría, que le llevan a realizar unas arquitecturas formadas mediante el ensamblaje de planos. El dibujo está muy marcado, utiliza unas líneas de contorno negras, muy gruesas, que se rellenan con un cromatismo basado en la escala de grises, que se aplica en una pincelada amplia y densa. Representa una calle de París, donde se pueden ver un par de edificios, de dos plantas cada uno. En el bajo de la construcción de la izquierda hay un estanco, con un letrero que pone: "Tabac", motivo que da título al cuadro. Todos los componentes del cuadro han sufrido un proceso de sintetización, en una obra que todavía debe más al cubismo que a la nueva tendencia surrealista.