Según Jorge Castillo, en esta composición nos encontramos ante elementos formales que constituyen una abstracción carente de anécdota. Sin embargo, entre las representaciones de distintas partes del cuerpo humano, encontramos un toro que centra la escena, con los cuernos manchados de sangre, la misma que tiñe el brazo que se encuentra enfrente de él y que ha recibido la cornada. Al igual que en la Tauromaquia 8, la naturaleza triunfa, pero esta vez lo hace mediante la violencia. Ahora cambian las tornas y en lugar de que el hombre mate al toro es el toro quien hiere al hombre. El grabado está realizado con la técnica del aguafuerte y punta seca, con aguatinta aplicada con rodillo.