Tertulia no Café Moderno

Cesar Lombera busca no solo homenajear a estos personajes esenciales en muchos ámbitos de la cultura gallega, sino al propio acto de la tertulia. En un momento en que las comunicaciones son cada vez más rápidas, menos personales, el artista busca reivindicar este tipo de comunicación pausada, que propicia la participación y el intercambio de ideas, y es que para él las tertulias simbolizan la capacidad de los hombres civilizados de comunicarse y compartir ideas y pensamientos.

  • César Lombera
  • 2005
  • Escultura
  • Resina de poliéster y fibra de vidrio policromado y barnizado
  • 1512
  • Variables
  • Colección de Arte ABANCA

Las tertulias se convirtieron a principios del siglo XX en un auténtico fenómeno social y cultural. Por toda Galicia empiezan a surgir lugares, puntos concretos en los que la gente se reúne para comentar no solo anécdotas cotidianas, sino que empiezan a forjarse charlas políticas y culturales que serán clave para las sociedades de la época, siendo base de cambios significativos. En Pontevedra estaba uno de estos cafés que empezó a ser frecuentado por una serie de ilustres personajes de la época. En las mesas del Café Moderno se reunían entre otros Alexandre Bóveda, Castelao, Manuel Quiroga, Valentín Paz Andrade, Carlos  Casares y Ramón Cabanillas. Cesar Lombera busca no solo homenajear a estos personajes esenciales en muchos ámbitos de la cultura gallega, sino al propio acto de la tertulia. En un momento en que las comunicaciones son cada vez más rápidas, menos personales, el artista busca reivindicar este tipo de comunicación pausada, que propicia la participación y el intercambio de ideas, y es que para él las tertulias simbolizan la capacidad de los hombres civilizados de comunicarse y compartir ideas y pensamientos. 

El grupo escultórico formado por estos seis personajes fue concebido como obra preparatoria para la escultura de bronce que se expone en la plaza de San José, ante el Café. En él podemos ver como los participantes de la tertulia se juntan en una mesa del susodicho café, con todos los personajes sentados a excepción de Manuel Quiroga, que toca el violín, y Carlos Casares. Los personajes parecen mantener una charla como lo harían antaño.