Una vez más Borrajo representa la ciudad de A Coruña, ahora en su monumento más destacado: la Torre de Hércules, que aparece envuelta entre trazos geométricos. Entre los planos descompuestos del fondo en tonos amarillos, anaranjados y grises que evocan la luz del faro, se vislumbra el dibujo discreto del último cuerpo de la construcción romana. La luz confluye en el centro de la obra donde se sitúa el monumento que es elevado por el artista a una categoría semejante a la de la Torre Eiffel, representada por los cubistas como símbolo de París.