Max Ernst pintó este lienzo al año siguiente de llegar a París, y se exhibió en el Salón de los Independientes en 1923. Pertenece al grupo de obras que Louis Aragon llama “la manera negra”.
Max Ernst pintó este lienzo al año siguiente de llegar a París, y se exhibió en el Salón de los Independientes en 1923. Pertenece al grupo de obras que Louis Aragon llama “la manera negra”.
Max Ernst pintó este lienzo al año siguiente de llegar a París, y se exhibió en el Salón de los Independientes en 1923. Pertenece al grupo de obras que Louis Aragon llama “la manera negra”. En esta pieza el fondo es negro y dibuja con una fina línea blanca, como si fuera la tiza sobre una pizarra, y sobre el que destaca de modo sorprendente el color de las flores. La pieza la pintó cuando aún estaba bajo el influjo del pintor italiano Giorgio de Chirico, quien a su vez fue también uno de los grandes inspiradores y amigo de los surrealistas, como constata el propio Ernst al retratarlo junto a Breton, Aragon, Desnos, Peret, Eluars y al propio artista, entre otros, en su óleo Au rendez-vous des amis de 1922. En Vases communicants el pintor introduce los vasos en un espacio metafísico, y en el suelo unas rayas verticales se fugan hacia el horizonte, según los postulados de Chirico. La contundencia y la pureza formal de los vasos también nos recuerdan al pintor italiano y las obras metafísicas que por entonces realiza Giorgio Morandi. Sin embargo, las flores y el dado nos conducen a un mundo nuevo, relacionado con el universo onírico surrealista, justo en el momento en el que se está forjando dicho movimiento. Es una pieza muy valiosa y particular, quizá una de las más surrealistas en el sentido estricto, explorando unos caminos que posteriormente fueron seguidos por otros compañeros de grupo, como Tanguy, Dalí, Magritte, Delvaux o Domínguez, cuando él estaba ya embarcado en otras aventuras estéticas. Curiosamente, y en lo referente al hecho de anticiparse, hay que señalar que el título coincide con el de un libro que escribe André Breton casi diez años después, en 1932, en el que establece que los vasos comunicantes son aquellos que restablecen la unidad entre el mundo de la vigilia y el del sueño. Lo importante es, según Breton, "retener de la vida despierta lo que merece ser retenido", pues el mundo real y el del sueño son el mismo, lo que nos lleva a la esencia del movimiento surrealista.