Volando dúplex

Volando dúplex refleja la tensión que Gordillo establece entre el impulso —propio de su etapa informalista— y la meditación o el retardo a la inspiración. Todo ello genera lo que él mismo definió como la imposibilidad de una estilística estable.

  • Luis Gordillo 
  • 1972
  • Pintura
  • Acrílico sobre lienzo
  • 1631
  • 181,6 x 119 cm
  • Colección de Arte ABANCA

Luis Gordillo [Luis Rodríguez Gordillo (Sevilla, 1934)] frecuentó París a finales de los años cincuenta. Sabido es que la ciudad era, en esas fechas, un hervidero de artistas hispanos a la búsqueda de contacto con el arte contemporáneo internacional. Allí conoció, directamente, la obra de Michaux, Wols, Dubuffet o Tobey, pintores en esencia escritural, lo que cooperaría en la construcción de un personal universo que aún late bajo otras apariencias. Mundo sígnico, suerte de grafía frenética, palabra visual, que pareciera suscribir vindicativo la conocida máxima de Michaux: <<paroles, paroles…>>. Compresión del espacio como un lugar vivo, en el que permanentemente indaga la visión generadora, a su vez, de las diversas posibilidades pictóricas. Territorio juvenil, mas no ajeno a lo que sería su posterior producción, pues este mundo de palabra pintada, vindicación también y elogio de la libertad ejercida por lo subconsciente, se hallaría, como elemento capital, en su obra posterior.

Tras una pintura en la que parecía interrogarse permanentemente sobre el individuo, el rostro y su mirada, Gordillo comenzó a introducir variaciones no solo en los procedimientos pictóricos, sino también en lo que habitualmente es conocido como soporte que pasaría a ser no-soporte, en el sentido de ser este elemento fundamental de su concepción pictórica y no mero receptáculo de la piel de la pintura, como sucede en Volando dúplex (1972) de la Colección ABANCA. Seleccionados por sus tamaños, serían combinados tanto de modo ortodoxo y a modo de dípticos, trípticos o polípticos, pero también en declarada y gozosa huída de la norma mediante la adición de formatos distintos que en ocasiones llega a superponer.

Compulsivo trabajo, hecho desde una actitud pictórica, y sin embargo silente, en donde nunca abandonaría la fidelidad a su temática, colorido y estilo, y en el que los caminos de ida y retorno se entrelazan, nunca confundidos, siempre con la sabiduría que llama a la esencia más secreta y sincera de las cosas.

Gordillo ha realizado también indagaciones recientes en el mundo de la fotografía, un mundo que nunca le fue ajeno, pues sabido es que sería para el artista un mundo de experimentación a las búsqueda de esa suerte de yo-distorsionado realizando en ocasiones collages con las propias fotografías.

A partir de los años noventa, el color sería para Gordillo un elemento complementario al dibujo en lo que se ha calificado de arquitectura alveolar o evocación biomórfica. Pintura en la que, junto a la espontaneidad y la comunión con el dibujo, aparecen pequeñas células, oquedades o ladrillos, descritos por la proximidad de las diferentes formas cercanas. La vitalidad vindicada por Gordillo, patente en el cromatismo ácido empleado en algunas de sus obras, convierte las formas dibujadas en una suerte de liberación inconsciente en la que no se pierde nunca un cierto carácter de ludus intelectual, con el que el artista ha impregnado la mayor parte de su producción.

Dos pintores, Luis Gordillo y Juan Antonio Aguirre, se situaban al lado izquierdo del conocido retrato generacional de Guillermo Pérez Villalta en 1975, el cuadro Alegorías del arte y la vida o del presente y el futuro (Colección MNCARS, Madrid). Efectivamente, Gordillo era emblema de una cierta resistencia a la actitud informalista en el arte: 

Mi primer acercamiento a las vanguardias fue a través del informalismo que representó para mí un rito de iniciación intenso, breve e indeciso y al recordarlo no estoy seguro de que lo viví o lo soñé, de tal forma está magnificado en mi recuerdo [...]. El informalismo español era serio, muy serio, casi siempre sin color, muy crítico políticamente y es lógico que así fuera si tenemos en cuenta que la guerra mundial aún no hacía demasiado tiempo que había terminado y que sufríamos la larga enfermedad del franquismo. (1)

Era un padrinazgo así, largamente anunciado, el que se derivaba de la exposición (1977) de Gordillo, comisariada por Aguirre, en las salas de la Dirección General del Patrimonio Artístico. Gordillo, como también lo haría José Guerrero, irradiará su influencia a las nuevas generaciones que llegaban. En cierta medida la vindicación del <<sevillano madrileñizado>>, como gusta de escribir Juan Manuel Bonet, tenía su origen en un fundamental texto: Arte último (1969) de Juan Antonio Aguirre.

Alfonso de la Torre

__________________

(1)  Discurso de Luis Gordillo, <<Premio Velázquez 2007>>, Madrid, 02/06/2007.