Obra perteneciente a su última etapa, donde el artista trata de aunar en una misma obra iconografías tradicionales con materiales y soportes novedosos. En este caso plasma el origen del universo sobre cuatro tableros fenólicos de idénticas dimensiones. Procura aprovechar todas las posibilidades que le ofrecen estos nuevos materiales creando una pintura necesariamente renovable, recurriendo a la densidad, al esgrafiado, a la materia explosiva etc., dando lugar a la emulsión del caos y de la energía del universo. La explosión del Big Bang colocado en el ángulo inferior izquierdo, es el foco principal de luz, e irradia esta luminosidad al resto de la composición. En el ángulo opuesto, dos figuras humanas son despedidas por el impacto de la explosión. Es en sí la transformación del paisaje abstracto y figurativo de una realidad física.