Comenzó la carrera de Comercio en Sevilla, y en 1902 se graduó como profesor mercantil, mientras que aprendía a pintar por entretenimiento, de forma autodidacta. En 1903 se trasladó a Madrid, donde realizaba copias en el Museo del Prado y trabó amistad con artistas como Juan Gris, Gutiérrez Solana o Darío Regoyos. En 1906, camino de París, presentó su primera exposición individual en los Salones de El Pueblo Vasco en San Sebastián, y visitó Fuenterrabía que a partir de entonces fue una fuente inagotable de inspiración. En la capital francesa hizo retratos y vivió la gestación del cubismo, que dejó para siempre en su obra una herencia de planos construidos, rigurosos y sólidos. Allí trabajó con Bourdelle y tomó contacto con Picasso o Braque, contagiándose con su espíritu vanguardista. A su regreso a España, en 1918, se instaló en Madrid, donde residió hasta su muerte. Aquí realizó algunos de sus mejores retratos, de intelectuales de la época como Unamuno, Max Jacob o los Baroja. Alternó la labor artística con la docente, primero en su taller y más tarde en la Cátedra de Pintura mural en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando. En 1927 comenzó sus famosas pinturas murales sobre el Descubrimiento para el Monasterio de la Rábida de Huelva. Posteriormente desarrolló una prolífica obra dedicándose especialmente al retrato, las naturalezas muertas y al paisaje.
Obtuvo numerosos galardones entre los que destacan el Gran Premio de la Bienal Hispanoamericana de Arte (Madrid, 1951) y la Medalla de Honor de la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1954. Expuso de forma individual y colectiva en los principales espacios nacionales e internacionales desde 1889, y en 1949 fue elegido académico de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Su obra alcanzó verdadero reconocimiento en 1953 con la celebración de una exposición – homenaje en el Museo de Arte Moderno.