La presencia del libro de Jules Verne Mil leguas de viajes submarino en la obra de Urbano Lugrís es constante y se refleja en un mundo sumergido producto de la fusión entre la realidad y la imaginación. Este universo imaginario, unido a la minuciosidad de su factura así como a la amplia paleta de color es lo que ha contribuido a que muchos críticos hayan otorgado a su pintura el apelativo de surrealista. Sin embargo el pintor coruñés puede contemplarse más certeramente como un fabulador, como un creador de imágenes que son producto de su propio universo vital en el que no puede obviarse unas altas dosis de poesía y literatura.
Las visiones submarinas de Lugrís de las que Templo sumergido es un buen ejemplo, deben más bien contemplarse como la materialización visual de muchas escenas revividas e imaginadas del mundo literario relacionado con el mar. Quizás por ello su pintura formalmente adopte el aspecto de minuciosa ilustración seductora que permite materializar en imágenes el texto de un libro fantástico, superando la mayoría de las veces las expectativas del lector común. De ahí la minuciosidad basada en un caligráfico dibujo y un brillante cromatismo que tiene fuertes influencias de los pintores italianos y flamencos del tránsito del Gótico al Renacimiento, así como ciertos paralelismos con los dibujos que sirvieron para dar vida en el celuloide a personajes de la literatura infantil durante la década de los años treinta y cuarenta del siglo XX.
La base literaria de la pintura de Lugrís se manifiesta también en la presencia de un marcado contenido escenográfico que pudiera tener su origen en la experiencia desarrollada como creador de los muñecos y decorados del teatro de guiñol que él mismo representaría con su expresiva voz y arte de mover los títeres durante la II República en las «Misiones Pedagógicas», con las que recorrió el noroeste peninsular.
En Templo sumergido incluye además del ensoñador paisaje de fondo marino en el que se reflejan restos de naufragios y ruinas arquitectónicas que tiene su referente en su Galicia natal y que evoca el propio título de la publicación periódica Atlántica, ilustrada por él en la década de los cincuenta. La evocación de lo abisal se potencia con el velo formado por la verticalidad ondulante de los corales que llenan la composición y la horizontalidad de los reflejos del agua que potencia estructuralmente el estatismo para recrear un ambiente de sensual fantasía.
Antonio Garrido Moreno