A los tres años se traslada con su familia a Granada, donde muy pronto se hizo amigo de Federico García Lorca y del pintor Ismael de la Serna. Ahí comenzó su formación, que continuó en Madrid, en el estudio de Cecilio Pla, y en París, ciudad en la que se establece en 1922. Entabló con Picasso una amistad que duró toda su vida, y gracias a él se introdujo en el círculo de la clase alta, convirtiéndose en un conocido retratista. Su carrera también se orientó hacia la escenografía, realizando los figurines y los decorados para la representación en París del Retablo de Maese Pedro, de Manuel de Falla, a quien había conocido en Granada; Geneviève de Brabante, de Erik Satie, y Aubade, de Francis Poulenc. Su pintura entonces se movía entre el neo-cubismo, la figuración picassiana y el surrealismo. Residió en España desde 1932 hasta el fin de la guerra civil, tras la cual se exilió en París, y después, con motivo de la invasión nazi, se marchó a Buenos Aires. Ahí su pintura viró hacia el naturalismo, hasta que en 1948 volvió a París donde residió el resto de su vida, pasando largas temporadas en Granada. Su reencuentro con esta ciudad le inspiró las series de obras de temática granadina Albaicín, Paseo de Cipreses y Misteriosa Alhambra, que, junto a Homenaje al Greco, Perfiles y Cabezas Múltiples, entre otras, compusieron el grueso de su obra durante la fase final de su carrera.