Ovidio Murguía de Castro

Dodro, A Coruña ,1871 - A Coruña 1900

Hijo del historiador Manuel Murguía y de la escritora Rosalía de Castro pasó a la historia como miembro de la llamada Xeración Doente porque falleció a los 29 años, en plena fase de formación, del llamado «mal de pecho», la más romántica de las enfermedades para los «últimos románticos»: Jenaro Carrero, Parada Justel y Joaquín Vaamonde. Su obra, y la de sus compañeros de generación, es el eslabón entre la pintura del siglo xix y la del xx, dando los primeros pasos hacia la renovación pictórica de la Galicia decimonónica.

En 1887 Ovidio acudió a clases de pintura de la Real Sociedad Económica de Amigos del País, de Santiago de Compostela, ciudad en la que residió hasta los veinticuatro años. Allí tuvo como maestros a José Fenollera y Cancela del Río. Estas clases fueron también el lugar de encuentro con Jenaro Carrero, al que a partir de entonces le unió una gran amistad. De estos años data su primera obra: una pequeña acuarela, apunte de dos cabezas de ave. En Santiago comenzó a pintar paisajes y escenas tomadas de sus visitas a los alrededores. El paisaje se convirtió, poco a poco, en el protagonista principal de su obra.

En el 1895 se trasladó por motivos familiares a A Coruña, cambio que le supuso una apertura a nuevos horizontes, nuevos amigos y nuevos contactos. Su obra comenzó a ser conocida y cotizada gracias a la exhibición en escaparates de tiendas y comercios, algo muy habitual en esa época. En esta etapa, su obra está influenciada por paisajistas como Avendaño o el pintor de moda en el momento, Casimiro Sainz. Su código representativo se cifra casi siempre en soluciones semejantes: los árboles desnudos del primer plano, los toques plateados en los regatos o los fondos dorados sobre las montañas distantes y onduladas.

En el otoño de 1897, eligió Madrid, como otros compañeros de generación, para ampliar su formación. Un año después de su llegada a la villa, acudió a las clases del Círculo de Bellas Artes. Aprovechó su estancia para estudiar a los grandes maestros del Museo del Prado, como Velázquez, Fortuny, Claudio de Lorena o Haes, influencia, esta última, determinante en su obra, ya que lo llevará hacia un realismo más objetivo y menos anecdótico.   En esta época, bajo la protección de Montero Ríos, entonces presidente del Senado, consiguió una plaza en el Ministerio de Ultramar, además del encargo de la decoración del Palacio de Lourizán que el político poseía en Pontevedra, trabajo que no concluyó porque falleció.

Su obra forma parte de museos y colecciones institucionales como el Museo de Bellas Artes de A Coruña, el Museo de Pontevedra, el Museo do Pobo Galego, la Real Academia Galega, la Diputación Provincial de A Coruña y la Diputación Provincial de Pontevedra.