Destacó muy pronto por su extraordinaria facilidad para el dibujo y la pintura, obteniendo una beca de la Diputación de Lugo en 1903, para estudiar en la Escuela de Bellas Artes de Madrid. En esta ciudad entró en contacto con los talleres de Cecilio Plá y Sorolla, participando posteriormente en las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes de 1908 y 1910.
Fue impulsado por un fuerte arrebato religioso en la época que comprende entre 1910 – 1916. En estos años comenzó a trabajar sobre grandes lienzos, poblados de figuras humanas que miran directamente al espectador.
En 1915, se casó con Mercedes Bahaamonde, instalándose en A Coruña y posteriormente en Santiago de Compostela, donde se convirtió en el pintor por excelencia del clero y la burguesía. En 1917 obtuvo la 2ª Medalla Nacional de Bellas Artes con el cuadro Schola Cantorum Compostelae. En 1919 fue premiado por la obra presentada en la exposición hispano-francesa «Pintura española moderna», en Zaragoza.
Entre 1922 y 1928 viajó por América, realizando numerosos retratos y exponiendo en Montevideo, Santiago de Chile, Buenos Aires, Cuba, Washington y Nueva York. Regresó a Galicia en 1929 enfermo de gota. A pesar de su deteriorado estado de salud siguió pintando, aunque con menor intensidad, hasta su muerte en 1939.
El triunfo de la República, hizo que se alejara cada vez más de la vida social. Entre 1934 y 1935 preparó dos exposiciones para Madrid y París pero, debido al comienzo de la Guerra Civil, no llegaron a celebrarse y sus cuadros «se pierden» camino de París, en julio de 1936.
Xesús Corredoyra otorgó a su obra un carácter espiritualizante y simbólico hasta entonces desconocido para la pintura gallega, por lo que sus coetáneos lo consideraron el iniciador de la denominada «Escuela gallega». Rechazó el costumbrismo para destacar en sus cuadros los componentes anímicos de la fisonomía de los personajes, espiritualizando sus formas ―incluso deformándolas― rodeándoles de un aire de ensueño y tristeza, de parcos atuendos y oscuros escenarios.
Fue un prolífico retratista que dotó a los personajes de sus obras de una elegancia estilizada y lineal, de un cromatismo profundamente marcado por tonos negros, y del carácter espiritual que envuelve a toda su figuración.