Manuel Abelenda introduce el tema de la naturaleza muerta como un elemento más dentro del género costumbrista. Intenta plasmarlo con la mayor veracidad y realismo posible, reproduciendo con detalle las calidades de los objetos. El hecho de representar loza de la Real Fábrica de Sargadelos, hace que sea un bodegón eminentemente gallego. La composición, clásica, se basa en la creación de una diagonal ascendente que va desde el plato con la fruta de la izquierda, hasta el cántaro de cobre, donde se concentra el mayor grado de luminosidad de la obra. La forma del garrafón y la del florero, reflejan al espectador recordando a los espejos cóncavos de Jan Van Eyck y los bodegones flamencos. Las distintas calidades de los objetos hacen que el color sea más variado y rico en tonalidades. Las frutas amarillas y el cántaro de cobre destacan armoniosamente entre los azules, rojos y tierras, rompiendo la habitual bicromía de sus cuadros.