El conjunto de las pinturas realizadas por Demetrio Monteserín en el Café Moderno de Pontevedra, presentan una clara unidad de estilo, caracterizada por la influencia de su actividad como ilustrador. Según Juan Monterroso, este hecho se explica, en primer lugar, por el uso de amplias manchas de colores planos, dominadas por un sentido decorativo propio de la ilustración modernista de finales del siglo XIX y principios del XX. En segundo lugar, por la línea de contorno, que delimita las figuras a la vez que enmarca las manchas de color. También es característica la economía de medios plásticos, en obras donde las referencias espaciales y los elementos accesorios, apenas hacen acto de presencia. Por último, el tratamiento personal de la caricatura, acentuando los aspectos más expresivos de la figura humana, hacen que sus personajes compartan la misma imagen distorsionada. En esta escena, se observa a una chica en riguroso perfil que, sentada en un sillón, mira hacia un grupo de siete hombres dispuestos al fondo de la composición, vestidos de frac, e identificados mediante bandas de honor, coronas y carteras que sacan del bolsillo. Esta caracterización, que se une a su representación de forma caricaturesca, es una imagen irónica de los "nuevos ricos" de la época. Estos hombres repeinados, son los pretendientes de la chica, una cabaretera, que debe decidir por quién se decanta, creando una tensión visual hacia el hombre que tiene la billetera en la mano. La falta de referencias espaciales, provoca que la perspectiva se realice mediante la superposición de planos y el cambio de tamaño de las figuras. En primer plano está la mujer, de mayores dimensiones que los hombres, situados en el fondo, en una clara isocefalia que remarca un plano horizontal, mientras una línea imaginaria del suelo, parte de la zona central de la composición.