Es una de sus múltiples representaciones de la fauna de los fondos marinos. En este caso, la composición está protagonizada por un pez tropical, ajeno a las costas gallegas. Hay un contraste entre la oscuridad de las rocas de la derecha, donde no llega la luz, y la luminosidad del resto del lienzo. La verticalidad está marcada por las algas de la derecha, que dan una sensación de movimiento mediante la ondulación, y por las burbujas de aire, que suben hacia la superficie. Lugrís recrea un fondo marino diáfano, con una claridad más propia de un exterior. De este modo, resalta la magia del mar. Domina la planitud de los colores, aplicados en amplios campos, que remiten a la pintura japonesa y al modernismo francés, sin estar exento de ciertas referencias al cartelismo.