La Virgen del Cristal es una de las obras que mejor refleja la pasión de Lugrís por el vidrio. El cristal es una fuente de efectos plásticos, brillos, irisaciones y transparencias que le resultaban muy interesantes al pintor. En este lienzo, la burbuja de cristal es interpretada como un objeto mágico que alberga el milagro de la divinidad. Alejándose de las representaciones religiosas tradicionales, Lugrís crea una imagen cercana, campesina y, ante todo, gallega de la Virgen con el Niño. La aparición mariana se sitúa en mitad de un paisaje tan exuberante como fantástico, con claros ecos de la pintura de Rousseau. La magia de la representación viene resaltada no solo por lo insólito de la revelación, sino también por el carácter simbólico del paisaje, imposible de identificar con un territorio conocido, por responder a los mundos interiores del propio artista.