Lugrís sentía fascinación por el mar y su entorno. Considerado el pintor por excelencia del mundo marino y de las leyendas autóctonas, y conocedor de los secretos de los mares gallegos, sus lienzos inmortalizan su pasión recreada desde su personal hacer. En una entrevista realizada en 1961 por Emilio Quessada, Lugrís afirmó de su pintura: «Es la versión plástica a mi mundo interior. Soy profundamente gallego; por lo tanto, con un mundo imaginativo bastante rico: el de nuestra raza. Pinto en gallego, razón por la cual no puedo ser realista».
Este lienzo es un "laberinto naval", compuesto por la maraña que forman los cascos de navíos y el velamen de los barcos anclados en puerto, entre los que destaca el voluptuoso busto de una sirena, mascarón de proa de uno de los veleros. El cromatismo es rico y variado, aunque dominado por los tonos azules, entre los que destaca la luminosidad del dorado que engalana los barcos. Es una obra de luminosidad clara y transparente que aúna distintas características del artista: su gusto por la temática marinera, el magistral cromatismo y su acercamiento al mundo onírico y de leyenda. En esta ocasión, abandona la costa gallega para trasladarnos a los territorios literarios de los autores ingleses del siglo XIX.