En esta escena, vemos de nuevo a la cabaretera, ahora con una nueva vestimenta. Aparece acompañada por otro hombre, alto y de extrema delgadez, pero al igual que los anteriores caracterizado como alguien adinerado. La manera que tiene Demetrio Monteserín de representar a este tipo de hombres, realizando una caricatura de cada uno de ellos, hace que, en lugar de dar un aspecto elegante, con todos los detalles de sus vestimentas y complementos, resulten unos tipos de lo más ridículo. La mujer es bella y amable, pero está dotada de una picardía y un cierto tono picaresco en su representación. Una tradición popular de Pontevedra asociaba a estos dos personajes con Don Torcuato de Ulloa y la señorita Mendoza, ya que la mujer, no mostrando su rostro en ninguna de las tres escenas, era imposible de identificar. Sin embargo parece poco probable que Monteserín dedicase estas escenas a una pareja concreta, interesándose más por plasmar la frivolidad e ironizar acerca de una práctica más que frecuente en la época, como era la del ascenso social de una forma rápida y cómoda.