El escudo centra la composición y se sitúa a eje con el principal emblema de la ciudad: la Torre de Hércules.
El escudo centra la composición y se sitúa a eje con el principal emblema de la ciudad: la Torre de Hércules.
Al igual que Puerto de Vigo, es una representación alegórica de una ciudad, que aparece presidida por la heráldica, al más puro estilo de la cartografía barroca. El escudo centra la composición y se sitúa a eje con el principal emblema de la ciudad: la Torre de Hércules. El faro romano se erige en motivo central del lienzo, presidiendo la vista de la urbe y alzándose como guía y salvador de los veleros que regresan a puerto durante la tempestad. Su importancia está enfatizada por su significativa ubicación, pero también por la luz y el color, que la resaltan frente al resto de los elementos del paisaje. Como es habitual en estos "retratos de ciudades", Lugrís selecciona algunos edificios emblemáticos, en este caso no solo la Torre, sino también el castillo de San Antón, vigía y salvaguarda del puerto coruñés, también protegido por otras fortificaciones. Sin embargo, lo más característico de la obra es que se trata de una invención del artista, quien crea una vedutta imposible de la ciudad coruñesa. La presencia de una construcción almenada en primer término propone una improbable visión desde tierra. Todo apunta a que la inclusión de este elemento responde más a una receta artística que a la representación de un lugar real. Mediante el componente arquitectónico, fija el primer plano, a la vez que equilibra compositivamente la escena, contrarrestando el peso de las naves en el extremo contrario y la oscuridad acechante de las nubes de tormenta, que se alojan en el ángulo opuesto del lienzo. La elección de un paisaje tormentoso, que acecha y hace peligrar la integridad del hombre, alude al componente sublime del mundo romántico, mientras que este tipo de marinas, donde el mar parece engullir los barcos, nos remite a la tradición inglesa de tema marinero, también muy cultivada en el siglo xix.