En esta tabla, Lugrís representa un viejo pazo abandonado a la orilla del mar.
En esta tabla, Lugrís representa un viejo pazo abandonado a la orilla del mar.
En esta tabla, Lugrís representa un viejo pazo abandonado a la orilla del mar. La oscuridad de la noche, rota únicamente por un claro de luna, la bruma marina y la presencia de las ruinas dotan el cuadro de resabios románticos. La ubicación de las ruinas y los objetos abandonados recrean los restos de un naufragio: el de la hidalguía gallega, tal y como señala el blasón. Como apuntó Antón Patiño, «el cuadro proyecta sombras y silencios, la soledad de espacios deshabitados que evocan un vacío existencial; como en el romanticismo, la ruina expresa el paso del tiempo. Es testigo mudo de épocas de esplendor y del estrago de la decadencia». El tema de la obra es eminentemente gallego, y ya había sido magistralmente llevado a la literatura por Ramón Otero Pedrayo en Os camiños da vida. El pazo en ruinas es el símbolo de la decadencia de la nobleza del campo, y la melancolía que envuelve la representación no está exenta de tintes quijotescos. La idea de saudade no es trágica como en otros autores gallegos, y la presencia luminosa del claro de luna, que baña el horizonte, remite a un futuro mejor, como un halo de esperanza. El patetismo de la escena también se ve reducido por la minuciosidad de la pintura y la aplicación del color sin matices, que dotan a la imagen de cierto carácter ingenuo e infantil, al estilo nabi. La luz baña la arquitectura y resalta el perfil de la costa, como lenguas de tierra que se asoman al mar de plata. En esta representación nocturna, Lugrís, de nuevo, saca el máximo partido a sus gamas frías para crear un paisaje simbólico, reflejo de su propia interioridad.