Este óleo es un ejemplo de la introducción de Lugrís en el género del bodegón, pero realizado desde su constante temática marina. Así, presenta una composición presidida por un jarrón del que brota un coral adornado por caracolas y conchas de colores, como si de un ramillete de flores se tratase, acompañado con una gran caracola. Este interior se adorna con la imagen de una marina, a la vez que se abre, a la izquierda, a un paisaje marítimo. Todos los elementos del lienzo remiten al mar, jugando con sus tonalidades, eminentemente frías y basadas en gamas de azules que se contrastan con los tonos amarillentos de las conchas y el rojo del coral. Las imágenes de paisaje son las típicas de este artista, que mira hacia los cielos tormentosos del paisaje romántico, pero captados en una atmósfera limpia y cristalina, típica de sus obras. Asimismo, el artista crea una composición estática donde los empujes verticales del jarrón y la ventana son equilibrados por la mesa, la caracola y el lienzo. Esta obra es un reflejo de aquello que significaba el mar para Urbano Lugrís: una pasión, un refugio y un mundo de libertad para su imaginación y fantasía. Actualmente, es común asemejar el mundo marino con el de la superficie, como una referencia aprehensible para aquellas personas que desconocen la realidad suboceánica. En esta obra, el pintor extrae los elementos que conforman el mundo submarino y juega con ellos para crear una imagen propia de la superficie.