Con el paso del tiempo la madera se ha convertido en protagonista absoluta de la obra de Lucio Muñoz, que le concedió la responsabilidad de la expresión del cuadro. Todo, hasta el color procede de este material, que paulatinamente fue despojado de todo elemento externo. Como el propio artista reconoce, permite a la madera tener su propia vida, dejándola a la intemperie y asegurando, posteriormente, su perdurabilidad. Ejemplo de este proceder son cuadros "totalmente plastificados, que transparentan manchas naturales, hongos y moho de la superficie". Muñoz deja de emplear la madera como soporte para que el propio material se exprese por sí mismo. Dice el artista: "antes, con cierta frecuencia, trataba de decir cosas con la madera que posiblemente no fueran adecuadas para este material y en cierto modo lo limitaba". Y es que "la experimentación técnica es lo que nos conduce a la adecuación entre forma y contenido". Por ello, Lucio optó por liberar a la madera, descubriendo, y dando a conocer, su capacidad de contener y transmitir, del mismo modo que Velázquez -para él iniciador del lenguaje pictórico contemporáneo- había descubierto la independencia de la pintura. El resultado son obras donde el artista, el sentimiento que transmite más vehementemente es su propio amor por la materia.