Esta obra es un ejercicio de luz tamizada, una lección de tipismo donde la arquitectura popular de esta villa marinera pontevedresa, se convierte en protagonista. Desde el punto de vista compositivo, destaca el punto de fuga de la calle de la derecha que conduce nuestra vista hacia el mar y las nubes de fondo. La fuente en el primer plano y el crucero en el segundo, medio iluminado, nos van marcando la profundidad. Predominan los azules y violetas, algo que hereda de su maestro Muñoz Degraín y que utiliza con frecuencia, sobre todo en paisajes acuosos donde la lluvia y el agua están presentes.