El escultor se decanta en esta pieza por un simbolismo modernista. Aunque de realización tardía- fue ejecutada para la exposición gallega de 1935, lo que confirma la larga pervivencia del modernismo en Galicia- está bastada en un boceto para un espejo de mano, realizado por el autor durante una estancia en París. Vemos el gusto por materializar contenidos alegóricos, con las dos figuras con connotaciones de Venus y Parca, representantes del amor y la muerte que se entrelazan estirando los brazos mientras emergen de un pedestal ondulante que parece evocar a las olas del mar. 

La composición también semeja modernista, con el clásico formato vertical con un giro helicoidal, convirtiendo la obra en un bulto redondo que el espectador puede observar desde cualquier ángulo. Para incidir en el concepto, la pieza incorpora en el pedestal una estructura que le permite girar sobre si misma y ser contemplada en su totalidad.