Jorge Oteiza es un personaje fundamental en el arte del siglo XX, donde su obra escultórica y teórica ha servido de inspiración a grandes escultores tanto españoles como extranjeros. En 1927 se trasladó a Madrid para estudiar medicina, estudios que abandonó en 1929 para centrase en el arte. Tras intentar formar un frente de artistas vascos de vanguardia junto a Balenciaga y Lekuona, en 1935 viajó a Latinoamérica, donde permaneció hasta 1948, residiendo en Argentina, Chile, Colombia y Perú, donde continuó trabajando en diferentes proyectos artísticos.
A su vuelta a España, y durante los años 50, desarrolló una intensa actividad, convirtiéndose en uno de los principales animadores de la escena cultural nacional. Su escultura evolucionó desde la figuración cercana a Henry Moore hasta la escultura geométrica; participó en importantes exposiciones como Cuatro Escultores Abstractos (1950), Arte Fantástico (1953), Arte Abstracto (1955) y Blanco y Negro (1959); realizó importantes proyectos escultóricos ligados a la arquitectura, destacando la Basílica de Aránzazu (1953-1969). Desarrolló una intensa labor como ensayista y colaboró con grupos artísticos, como el Equipo 57, del que se desligó pronto, y con Néstor Barrenetxea en el Equipo Forma.
En 1957 expuso en la Bienal de Sao Paulo donde ganó el Gran Premio de Escultura. Gran parte de esta actividad se cerró en 1959 cuando decidió dejar la escultura, concentrándose en el ensayo y pensamiento que desarrolló en dos direcciones: el arte y el nacionalismo vasco. En 1972 volvió momentáneamente la escultura, retomando el Laboratorio de tizas, y participó en importantes exposiciones, como las Bienales de Venecia de 1976 y 1988, o la gran exposición antológica que le dedica la Caixa de Cataluña en Madrid y Barcelona y el Museo de Bellas Artes de Bilbao en 1988. (José I. Abeijón-Mirian Sainz de la Maza)