Se conmemora este año 2015 el 120 aniversario de la primera exposición realizada por un jovencísimo Pablo Picasso (1881-1973), que tuvo lugar en el número 20 de la coruñesa calle Real, en el mes de febrero de 1895. Este dato, más relevante que anecdótico, tiene un significado especial tanto en la biografía picassiana como en la propia historia moderna de la ciudad. En el ámbito de esa efeméride se presenta en la sede de Afundación esta exposición organizada por ABANCA Obra Social, Afundación y el Concello da Coruña.
La particularidad de esta muestra es que dirige el foco de atención hacia una figura, Isidoro Brocos (1841-1914), y un momento histórico (1891-1895) poco o nada atendidos hasta la fecha por los grandes biógrafos picassianos. Si bien es cierto que la vida y la obra de Pablo Picasso se desarrollan prácticamente a lo largo de todo el siglo XX, resulta fundamental conocer y poner en valor esos años de su infancia, desde los 9 a los 13, en los que el joven artista toma los pinceles de manos de su padre, en un acto casi simbólico, y recibe una primera formación artística reglada, académica.
El principal responsable de su formación sería Isidoro Brocos, profesor en la Escuela Provincial de Bellas Artes de A Coruña, en la que se matricularía el joven alumno Pablo Ruiz Picasso. A Isidoro Brocos lo han definido como un ejemplo tardío del realismo, artista académico y rexionalista, pero en el arte gallego representa, además, todo un modelo del individuo moderno, tanto en sus ideales como en su sentimiento estético.
La exposición se organiza a partir de una selección de los fondos artísticos de la Colección de arte ABANCA —la colección corporativa más importante de Galicia y una de las más destacadas de España—, que incluye la mayor colección de dibujos y estudios de academia de Isidoro Brocos, así como obras de Pablo Picasso. Complementan la muestra piezas cerámicas, dibujos y material documental generosamente cedidos para la ocasión por la Fundación Pública Gallega Camilo José Cela.
Se exhiben inicialmente los estudios académicos de Brocos, organizados de forma temática: historicismo y mitología, religiosidad y rexionalismo. Para la actual investigación artística resulta fundamental conocer este tipo de obras. Frecuentemente se echa de menos en las exposiciones la presencia de bocetos, que permitirían visualizar un proceso, ayudando a comprender en profundidad la obra de algunos artistas, como es el caso, por ejemplo, de Velázquez. De otros autores, sin embargo, como Leonardo da Vinci, se han mostrado cientos de estudios y apuntes, y ello ha contribuido a darle a este tipo de producción el valor que merece dentro de la historia del arte. Debemos recordar al respecto las acertadas palabras de Manuel Chamoso Lamas, que al hacer mención a la producción final de Brocos decía: «[…] el apasionante quehacer de sus dibujos, que son por sí solo cada uno de ellos una obra de arte. En ellos podemos hallar toda la explicación y justificación de su creación escultórica, a la vez que la trayectoria de su evolución estética».
El hilo conductor de la exposición es, pues, la relación maestro-alumno entre Brocos y Picasso. Así, entre las piezas de la muestra, podremos contemplar una obra de esta época realizada por el propio Pablo Picasso. Se trata de un gracioso apunte al natural titulado Escena popular gallega (Caricatura de torero y cura, 1895, al dorso), que, si bien no es un dibujo hecho en la propia escuela, lleva a recordar la afición de Brocos por este tipo de apuntes, que él mismo había realizado tantas veces en sus viajes a Italia y Francia en años anteriores.
También encontramos el Picasso universal, con obras como Quatre femmes (1901), Paquet de tabac et verre (1922), Profil à la fenêtre (1934) o Le peintre et son modèle I (1963). Su obra se exhibe nuevamente en la ciudad que le vio formarse como artista, pero ahora se trata de la obra de un artista que representa como nadie la plástica del pasado siglo. En palabras de Octavio Paz: «La vida y la obra de Picasso se confunden con la historia del arte del siglo XX. Es imposible comprender la pintura moderna sin Picasso, pero, asimismo, es imposible comprender a Picasso sin ella».
Esta exposición supone la puesta en valor de la relación entre dos figuras tan lejanas como próximas, Picasso e Isidoro Brocos, quien, lejos de representar un nombre puntual en la biografía picassiana, se revela como una significativa figura que influyó y guio en sus años de formación al joven artista.