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Urbano Lugrís: en el reino de la imaginación

A lo largo de la historia, podemos reconocer a una serie de artistas que se sitúan más allá de cualquier categoría establecida. Son autores cuya obra trasciende los cánones y formalidades de su momento y que, desde nuestra óptica contemporánea, los valoramos como tremendamente audaces e imaginativos. En cierto modo, reconocemos en estos artistas el triunfo de la pasión individual, en un espacio en el que el resto de sus contemporáneos parecerían amoldarse al gusto de la época, así como a los requerimientos de sus mecenas, patronos o clientes. Urbano Lugrís sería uno de estos rara avis, tal como lo califica Antón Patiño, en uno de los textos fundamentales sobre el autor (1).

Este tipo de personalidades, poseedores de un universo particular, nos ofrecen un registro heterodoxo, menos académico, que el que nos ha legado la gran Historia del Arte. Hay que tener en cuenta que no solo nos referimos a las artes plásticas, sino que podemos encontrar estos ejemplos en todos los ámbitos de la creación humana. Pensemos en Antonin Artaud, en lo literario, o en Nicholas Hawksmoor en el campo de la arquitectura. En las artes plásticas podríamos casi crear un vínculo familiar, desde el Bosco, el Greco, Monsú Desiderio, Füssli, Gustave Moreau, Odilon Redon, o el propio Goya; con obras como sus pinturas negras o la serie de grabados de los Caprichos.

Influencias, confluencias o simplemente el azar y la imaginación, hace que en muchos de estos artistas podamos reconocer y encontrar familiaridades con la obra de nuestro Lugrís. En este sentido, invito al lector a realizar una comparativa entre la obra de M.C. Escher Castle in the Air (1928) (2) con la lugrisiana San Barandán (1946).

Algunos de los nombres citados no fueron comprendidos ni valorados en su momento. En ocasiones fueron referenciados como visionarios -en el mejor de los casos-, o tildados como locos o excéntricos. El ya citado Artaud, advirtió sobre el sentido de la obra de Van Gogh en relación a los cánones de su época, en su célebre libro Van Gogh, el suicidado por la sociedad (3): “No, Van Gogh no era loco, pero sus cuadros constituían mezclas incendiarias, bombas atómicas, cuyo ángulo de visión, comparado con el de todas las pinturas que hacían furor en la época, hubiera sido capaz de trastornar gravemente el conformismo larval de la burguesía del Segundo Imperio, y de los esbirros de Thiers, de Gambetta, de Félix Faure tanto como los de Napoléon III. ” El caso de Lugrís también merece cierta reflexión. Y si en su caso, la sociedad y su época, no lo tildó de loco, sí que se ha insistido, en demasiadas ocasiones, en el tópico del pintor de bar, como un estigma sobre su obra y su pintura.

En la obra de Lugrís, el interés reside fundamentalmente en la riqueza de sus temáticas. Lugrís es ante todo un pintor que bebe de la literatura, de la gran novela francesa del XIX, de los cuentos populares y las leyendas, de Álvaro Cunqueiro, entre otras muchas fuentes. Literatura e imaginación son clave para comprender su trabajo.  Si comparamos su obra con movimientos artísticos de la modernidad o las vanguardias, como el cubismo, observamos que estamos ante una sensibilidad y unos mundos opuestos. Las temáticas de los cubistas se limitan al bodegón, el retrato y en menos medida paisaje. El tema no es tanto el motivo como la propia investigación formal; pura ontología pictórica. En Lugrís, aun recurriendo a un lenguaje moderno, la obra funciona como una creación literaria. En este sentido, es en donde podríamos encontrar vínculos con otros movimientos de vanguardia como el surrealismo.

Obviamente podemos ver la influencia del surrealismo – de Max Ernst en particular – en obras tan relevantes como Principio y fin (1948). Pero adjetivar a Lugrís como surrealista supondría no solo un error, sino también quedarse corto a la hora de profundizar en algunas de las temáticas y motivos que pueblan sus obras.

Pintor, poeta, demiurgo de la imaginación, la obra de Lugrís merece ser siempre puesta en valor y principalmente ser mostrada en aquellos lugares en los que todavía es un desconocido.

El pintor y poeta William Blake (4), otro sobresaliente artista fuera de lo común, escribió:

Todo cuadro pintado con sentido común y reflexión
es, de seguro, obra de locos;
cuanto más insensato (su autor), más bendito es su lápiz;
y borrachos, siempre pintan mejor.
Son incapaces de expresarse como Rafael, Fuseli o Blake:
si no pueden ver un contorno ¿cómo podrían trazarlo?
Si los hombres trazan contornos, comienza por reír:
los locos son quienes ven contornos y en consecuencia los
dibujan.

 

Por: Diego Cascón

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1.PATIÑO, Antón. “Cartografía del sueño (Viaje transoceánico a Urbano Lugrís)”, en Urbano Lugrís. Madrid: Círculo de Bellas Artes, 1997, pp. 23.
2.https://www.wikiart.org/en/m-c-escher/castle-in-the-air
3.ARTAUD, Antonin. Van Gogh el suicidado por la sociedad. Buenos Aires: Editorial Argonauta, 1998.
4.BLAKE, W. Obra poética. Barcelona: Ediciones 29, 1998.